Se ha descubierto que hace ya años, ha sido posible no sólo viajar en el tiempo, sino también viajar a otros puntos del mundo en cuestión de segundos y sin el riesgo de romper las leyes físicas de tiempo y espacio.
Bien es cierto que en los inicios de este experimento, el acceso a los viajes, por costos y conocimientos, estaba muy reducido a un sector bastante limitado de la sociedad, pero conforme avanza la tecnología, y las personas están más cerca del conocimiento y aprendizaje, los costos se han ido reduciendo significativamente y un sector muchísimo más amplio de la población mundial puede experimentar esta experiencia cuantas veces le sea posible y en el momento en que mejor le plazca. Sin embargo aún hay un porcentaje no tan pequeño de la población mundial que no ha tenido acceso a esta experiencia y que, tristemente, quizá no conocerá.
Algunos de los destinos más solicitados y que han generado muy buena crítica en quienes los han vivido son:
España 1605
Verona, Italia 1597
París, Francia 1482
Ámsterdam, 1942
Inglaterra 1887
México, 1955
Estados Unidos, 1861
Canadá, 1890
Macondo, 1965
Dinamarca, 1605
Estados Unidos, 1953
Grecia, 1250 a.C
Rusia, 1837
Italia, siglo XIV
Chile, 1975
Orán, 1946
París, 1960
Francia, siglo XVIII
Estos son sólo unos de los pocos viajes en el tiempo y el espacio, más representativos. Si a estas alturas
sigues sin creer que es posible que muchas personas visitaran esos lugares en
esas épocas, quizá conociendo el nombre por el cual fue llamado cada viaje,
consideres tomar el siguiente boleto a una nueva experiencia.
Los nombres de los viajes y su capitán, en el mismo orden,
son:
El Ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, Miguel de Cervantes Saavedra
Romeo y Julieta, William Shakespeare
Nuestra señora de París, Victor Hugo
El Diario de Ana Frank,
Ana Frank
Las Aventuras de Sherlock Holmes, Arthur Conan Doyle
Pedro Páramo, Juan Rulfo
Mujercitas, Louisa May
Alcott
Colmillo Blanco, Jack
London
100 años de Soledad, Gabriel García Márquez
Hamlet, William Shakespeare
Fahrenheit 451, Ray Bradbury
La iliada y la Odisea, Homero
Anna Karenina, León Tolstói
El Nombre de la Rosa, Umberto Eco
La casa de los Espíritus, Isabel Allende
La Peste, Albert Camus
Rayuela, Julio Cortázar
El Perfume, Patrick Süskind
Si en más de alguna ocasión te has detenido a leer un libro
de inicio a fin y no has sentido que te transportas a otra época y otro lugar,
quizá debas considerar releer el libro y prestar más atención al sitio y época
a la que el escritor te invita. Los libros no son sino el portal a la historia,
a conocer la forma de vida en otras épocas y en otros lugares del mundo, épocas
que si no fuera por los autores de dichos libros, en la actualidad
desconoceríamos y, sitios que quizá no
podríamos conocer jamás por nuestro propio pie.
LEER es sin duda la manera más económica de viajar, y es lo
más cercano a pasear en la línea del tiempo sin el menor de los riegos. Sin
embargo, hay quienes nunca han disfrutado de esta experiencia, ya sea por
analfabetismo, por falta de recursos o por apatía al hábito de lectura. Cual
sea la razón por la que un sector de la población mundial no tiene contacto con
el sinfín de títulos e historias interesantes que los libros nos ofrecen, es
lastimero pensar que pasará mucho
tiempo antes de que la totalidad de la
población del globo disfrute la dicha de conocer el mundo a través de las
letras y a la vez de los ojos de alguien más.
Les hago la invitación a tomar un libro y darse la
oportunidad de generar en ustedes uno de los hábitos más gozosos y saludables
que el humano puede disfrutar, en necesario únicamente empezar leyendo a diario
30 minutos, mínimo. Recordemos que nosotros hacemos el hábito y el hábito nos
hace a nosotros.
“Analfabeto no es aquella persona que
no sabe leer, analfabeto es aquella persona que sabiendo leer no lo hace”
-anónimo-
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